De alguna forma pude verlo, pero a la verdad, no lo estaba buscando conscientemente, tal vez, mi subconsciente, o mi alma sedienta de algo más, me impulsaban a volver la mirada hacia Él, y encontrarle en momentos y lugares que jamás hubiera pensado.
Antes, al igual que muchos, creía que se escondía en algún lugar y que debía hacer esfuerzos sobrehumanos para sacarlo de su escondite. ¡Qué ironía! Con el tiempo descubrí que no se había ocultado en ningún lugar, sino que había dejado sus huellas en muchos lugares comunes y que no era necesario ser detective para encontrarlas, simplemente había que abrir los ojos del espíritu para ver al Dios que es Espíritu, y encontrar su huella en cada elemento de su creación, como los árboles, las aves, las flores, las piedras preciosas, el cielo, etc.
Recuerda ese versículo del libro de Génesis: Y dijo Dios: « ¡Que haya vegetación sobre la tierra; que ésta produzca hierbas que den semilla, y árboles que den su fruto con semilla, todos según su especie!» Y así sucedió. (Génesis 1:11 ~NVI~)
¡Qué maravilloso! Dios lo dijo, y así ocurrió. Creo que es algo demasiado profundo e importante en lo que vale la pena meditar un poco más, porque muchos dicen por ahí, que nadie ha visto nunca a Dios, Pero, yo si lo he visto, porque he visto su corazón.
La Biblia dice que ‘de la abundancia del corazón habla la boca.’ Es por eso que digo que le he visto. Yo he visto lo hermoso y abundante de su corazón, reflejado en la perfección y belleza de toda su creación. Realmente me estremece pensar que en todo lo creado está impresa su firma hasta en el más mínimo detalle. Él es como un gran pintor, de quien al contemplar su obra, sientes que le conoces un poco más y que incluso parece que lo puedes ver cara a cara.
Como bien lo expresó el Apóstol Pablo cuando dijo: “Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. (Romanos 1:20 RVR1960) ”. Justamente así, pude encontrarlo: a través de las cosas creadas por las palabras que Él pronunció, así pude conocerlo un poco más, comprender su poder, deidad, amor y ver la hermosura de su corazón. Y tú, ¿has visto todo lo que Dios ha formado solamente con sus palabras? ¿Has podido encontrarlo a través de cada detalle de su creación?
Pero hay que ser cuidadosos, porque ver la firma de Dios en su creación, no quiere decir que adoremos al cielo, a los árboles o a los animales, aduciendo que “es Dios”, o cayendo en el panteísmo. Eso es totalmente incorrecto y se desvía por completo de este punto. Recuerda lo que claramente dice en el capítulo 1 de la carta a los Romanos: “En vez de adorar al Dios verdadero, adoran a dioses falsos; adoran las cosas que Dios ha creado, en vez de adorar al Dios que las creó y que merece ser adorado por siempre. Amén. (Romanos 1:25 TLA)
Así que, hago un llamado al discernimiento, no saques conclusiones precipitadas, analiza estos puntos a la luz de la Palabra de Dios. Maravíllate del Creador, pero no idolatres su creación.
Además de este punto, hay algo más que por su importancia, no podemos ignorar y es que, Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza, es decir, como seres que podemos crear (o destruir) con las palabras que pronunciamos a diario.
Pienso que, hemos sido creados con una voz, una inteligencia y unas emociones especialmente diseñadas para decir a otros, todo lo que nos alegra, lo que no ha costado lograr, como hemos superado algunas crisis y usar nuestras experiencias para cambiar la tristeza o frustración de alguien en alegría y esperanza, simplemente con palabras de ánimo en el momento indicado.
Esas palabras, son el reflejo de lo que hay en el corazón de cada uno de nosotros, pero, lamentablemente, con frecuencia olvidamos para qué fuimos creados, olvidamos el poder de las palabras que decimos y el impacto (positivo o negativo), que éstas pueden producir en otros. Por eso, la mayoría de personas se ha acostumbrado a decir cosas imprudentes, sin sentido, desconsideras, crueles o en burla, sin pensar en su efecto sobre otros.
Ahora examínate por un momento: ¿Con qué palabras estás hablando a otros hoy? Si tu respuesta es: palabras de queja, mentira, crítica, murmuración, burla, vanidad o ira; es momento revisar que hay en tu corazón y hacer esta pequeña oración:
Mi Dios Creador, sé que todo lo has hecho perfecto solamente con tus palabras, gracias por dejarme conocerte un poco más a través de tu creación. Ahora te ruego que examines mi corazón y me indiques lo que es necesario cambiar en mi interior. Quiero que limpies mi interior y que llenes mis labios de palabras sabias y prudentes. Que yo pueda hablar lo que conviene y mi boca pronuncie solo palabras que edifiquen. Pon en mí un corazón rebosante de gratitud y belleza, semejante al tuyo, para que todo lo que yo hable sea un reflejo de tu amor. En el nombre de Jesús. Amen.
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